¿Qué es una persona, sino las huellas que deja?
Olvidar es triste, desde luego.Pero que te olviden resulta solitario.Recordar cuando nadie más lo hace.Yo me acuerdo, susurra la oscuridad, casi con amabilidad, como si no fuera él quien la maldijo.
Un niño nace con el corazón roto.Los médicos entran en el quirófano y lo reconstruyen, vuelven a unir los trozos, y el bebé es enviado a casa. Tiene suerte de seguir vivo. Dicen que se ha recuperado, que puede llevar una vida normal, y sin embargo, a medida que crece, él está convencido de que algo sigue yendo mal en su interior.La sangre fluye, las válvulas se abren y cierran, y en los escáneres y pantallas, todo funciona como debería. Pero algo no va bien.Le dejaron el corazón demasiado expuesto.Se olvidaron de volver a cerrarle la armadura que conformaba su pecho.Y ahora siente... demasiado.
No se te escapa la ironía de que por culpa de tu deseo de vivir, de aprender, de encontrarte a ti mismo, has acabado perdido.
El arte tiene que ver con las ideas. Y las ideas son más indómitas que los recuerdos. Son como las malas hierbas, siempre encuentran la forma de desarrollarse.
«He encontrado una manera de dejar una huella», quiere decirle. «Pensaste que podías hacerme desaparecer del mundo, pero no puedes. Sigo aquí. Siempre seguiré aquí.»
La felicidad es efímera, pero la historia perdura en el tiempo, y al final, todo el mundo quiere ser recordado.
Esta es una pelea forjada a lo largo de los siglos.Tan antigua e inevitable como el giro incesante del mundo, el fin de una era, la confrontación entre una chica y la oscuridad.
V.E. Schwab
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