Hay otra parte de mí que no puede aceptarlo. Siento una necesidad frágil y quebradiza de echarme a reír porque hay algo cómico en todo esto. Es demasiado perfecto. Son ellos los que ponen las reglas para que nosotros los protejamos de ellos mismos cada mes. Nosotros sangramos y morimos, pero, sin embargo, a ellos tenemos que tratarlos con suma cautela y cuidado ya que, si les hacemos el más leve daño, se levantan a la mañana siguiente y lo primero que hacen es denunciarnos. A cambio de eso, nos insultan, no nos pagan y se permiten el lujo de despreciarnos.
Kit Whitfield
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