Momo, el valor del tiempo y viejos recuerdos

13.5.22

Hace muchos años, cuando todavía cursaba enseñanza básica, tuve una maravillosa oportunidad. Mi profesora jefe era la persona a cargo de la biblioteca de mi escuela (ahora me pregunto por qué no había una bibliotecaria). Yo tenía entre 11 y 12 años, y mi pasión por los libros creía a pasos agigantados. Más adelante, descubriría a García Márquez, Cortázar y Allende, cuando cursara la enseñanza media. A los 11, me atraían las historias fantásticas: La Odisea, los libros de Verne, una que otra historia infantil. 

Un invierno, mi profesora me dio la posibilidad de pedir una cantidad desorbitante de libros (para mi yo de aquel entonces) para leerlos durante las vacaciones. Fue así que seleccioné alrededor de 20 libros, que devoré durante 2 semanas junto a la estufa a leña, uno de los pocos lujos que podíamos permitirnos, pues fue alrededor de aquellos años que mi padre perdió su trabajo. Un lujo que, aderezado con un buen libro y un café con leche, es uno de mis recuerdos más preciados. 

Uno de ellos era Momo, de Michael Ende. 

Poco recuerdo ya de la trama, o de quién era la tal Momo. Sí recuerdo una idea: el tiempo como algo transable, algo que puede ser moneda de cambio. Algo que le da peso y dimensión a las cosas: a lo que nos importa, a lo que ocurre a nuestro alrededor, a nuestras vidas. 

Hace unos días recibí un correo de la editorial PRH comunicando sus novedades mensual, y qué sorpresa más agradable me llevé cuando descubrí que Momo sería reeditada. "Debo conseguirla", me dije. Pero luego pensé, "¿quiero releer un libro? ¿Cuando tengo decenas en mi estantería esperando mi atención?"

Sin embargo, hay momentos en que necesitamos reencontrarnos con una historia. 

A veces es necesario releer El Principito para recordar somos criaturas salvajes que hemos sido domesticadas por quienes se cruzan en nuestro camino. O Persuasión, para no olvidar que aunque los años pasen, hay cosas por las que vale la pena luchar. O Macbeth, donde una palabra, una frase, puede destruir a una persona. (Qué drama, ¿no?).

Momo es una de esas historias. Dedicarle tiempo enseña el valor del tiempo. Si tienen la oportunidad de tenerla en sus manos, denle una oportunidad. Quizá diez, veinte, treinta años después, sientan la misma ansiedad que yo por perderse en sus páginas, a sabiendas que será como reencontrarse con un viejo amigo largamente añorado e inmensamente querido.

4 comentarios:

  1. ¡Hola! Me alegra ver que el reencuentro con esta novela ha sido tan dulce. Creo que nunca llegué a leer la novela en mi niñez, aunque sí que guardo un vago recuerdo de una película, pero me dejas con ganas.

    ¡Nos leemos!

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    1. Todavía no lo releo pero es sólo ver el título y sentir una tremenda nostalgia. Ya les contaré por acá mi viaje emocional cuando logre conseguir mi ejemplar. ¡Gracias por comentar!

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  2. Cuántos recuerdos me ha despertado. Este libro nos lo hizo leer nuestra profesora de literatura en primero de bachillerato y siempre digo que este es el libro que me despertó las auténticas ganas de seguir leyendo. Lo leí, lo releí y lo releí. Y ahora me has dejado con ganas de leerlo otra vez. Aunque me da miedo también. Son muchos años ya y no soy la misma lectora... Pero creo que al final terminaré leyéndolo otra vez.
    Besotes!!!

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    1. Qué hermoso recuerdo me dejas. Creo que en mi caso uno de los primeros libros que despertó mis ansias lectoras fue El secreto de la arboleda. Ya ni siquiera recuerdo la trama, pero sí el sentimiento que me evocó, y que consiguió que los libros que me asignaban en el colegio fueran apenas una pincelada de lo que realmente necesitaba.
      También me da miedo releer Momo, aunque mayores son mis ansias por volver a reencontrarme con él.
      Gracias por compartir tu experiencia, ¡qué lindo saber que nos une este libro!
      Abrazos.

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