Anna Karénina · Lev Tolstói
Autoconclusivo
Edaf · 2012
813 páginas
ISBN 9788441427990
La novela del conde de Tolstói narra los amores paralelos de Anna Karenina con el joven oficial Vronski y los de Kiti con un noble terrateniente. Son historias en contradicción, aquella en desdicha, esta en bucólica apacibilidad.
La obra rusa sigue el camino abierto años antes por los amores adúlteros de Emma Bovary. Tolstói dará una solución de mayor carga metafísica, de índole personal, frente a la presión de las convenciones sociales.
La portada corresponde a la edición de Punto de Lectura.
Comentario personal
Esta reseña es un ejercicio extenso y cuenta con varios spoilers
(debidamente señalados) para explicar mis quejas.
Antes de empezar, advierto:
a cualquier fan de la literatura rusa, de Tolstói o de 'Anna Karenina' en particular, absténgase de leer esta reseña. Acá ventilaré mi mal humor y la pésima experiencia leyendo este clásico, así que no esperen que mantenga las formas.
En primer lugar,
no tengo problema con leer libros extensos. He leído tanto novelas clásicas como contemporáneas con bastantes páginas de por medio, y eso no me molestó en ningún sentido. Ahora bien,
'Anna Karenina' es un caso aparte, porque con sus 800 páginas se ha convertido en el libro que más he tardado en leer desde que tengo memoria (casi un mes y medio).
Tampoco tengo problema con el realismo y aquellos libros que incursionan en períodos históricos complejos, dramas políticos o existencialistas. Prueba de ello es
‘Martín Rivas’ y su retrato de la sociedad chilena a mediados del siglo XIX; lo recuerdo con especial cariño. Sin embargo,
‘Anna Karenina’ se va a un extremo que no pude digerir. De hecho, sentí que perdió su propio norte en pos de los dilemas religiosos y morales de algunos personajes.
Así que iremos por partes para intentar dilucidar por qué esta novela tan reconocida se convirtió en una de mis lecturas más sufridas.
Como introducción,
‘Anna Karenina’ sigue dos historias paralelas: la de Anna, su esposo Karenin y Vronski; y la de Kiti y su relación con Lievin. Hay dos puntos de unión: primero en la figura de Vronski, y segundo, en el personaje de Oblonski, hermano de Karenina y pariente político de Kiti. Todos estos personajes están envueltos en el mismo conflicto, de una u otra manera.
Tolstói abarca varios hilos argumentales en su novela, y debo decir que lo hace de una manera bastante dramática. Por momentos me recordó a Shakespeare (de una buena manera, todo hay que decirlo). No obstante,
el resultado general, a mi gusto, es deplorable. Desde el principio hasta el final, cojea y mucho.
1. El insta-love y su dramatización
Los amores adúlteros de Anna empiezan con un insta-love puro y duro, al estilo de las novelas juveniles actuales. Si Tolstoi quería ser el precursor de esta moda, lo ignoro.
Esperaba encontrar una relación que se construyera lentamente —quizá mis expectativas eran muy austenianas—, pero ocurrió lo contrario. Fue algo que me sorprendió, y mucho.
Posteriormente se trata de explicar con una serie de motivos más profundos
SPOILER por ejemplo, la necesidad de amor de Anna a raíz de su frío matrimonio con Karenin FIN SPOILER, sin embargo, me fue imposible olvidar cómo empezó. Fue inevitable rodar los ojos una y otra vez, tratando de comprender lo incomprensible.
Nuevamente me encuentro con una novela que se vende como la gran historia de amor, y no resulta ser más que un encaprichamiento de dos personajes llenos de inseguridades, egoístas y superficiales.
El amor de Lievin y Kiti tampoco se salva de las críticas:
la justificación del amor que Lievin siente hacia la chiquilla es, a lo sumo, absurda. SPOILER Eso de que primero amaba a Natalia, luego a Dolly, y como las dos se casaron, se “enamora” de Kiti, el premio de consuelo, porque “necesita” enamorarse, NOPE FIN SPOILER.
Los sentimientos de Kiti hacia Lievin son un poco —solo un poco— más creíbles.
Lo que más rescato, al menos de parte de ella hacia él, es que hay un desarrollo más aceptable a lo largo de la novela.
2. Los personajes
Es difícil sentir simpatía por semejantes personajes. Tolstói se regodea en los defectos de todos (¡nunca pensé que extrañaría el estereotipo de personaje “perfecto”!). A diferencia de otros lectores, Anna no me pareció una mujer fuerte, sino todo lo contrario: pusilánime, indecisa, un poco tonta.
Construye su propia desgracia, pero atina a culpar a la gente a su alrededor en vez de tomar cartas en el asunto. Y su relación con sus hijos… uff. Sin comentarios. Vronski es digno de cualquier improperio, desde el principio hasta el final (nunca me creí su figura de chico bueno). Karenin, por otro lado, es un hombre sin carácter, manipulado por otros y que a ratos parecía un niño ingenuo en vez de un hombre de estado.
Lievin es un tanto disparatado: sus dilemas existenciales llenan muchas páginas del libro, e incluso cuando pareciera salir de su embrollo, cae en círculos como un pájaro abatido. No parecía una persona estable emocionalmente. Kiti me recordó a Anne Elliot (Persuasión de Jane Austen), así que allí al menos vemos un crecimiento y no una involución.
De los seis personajes principales, es Kiti quien más se desarrolla, rompiendo cualquier esquema establecido sobre ella.
Oblonski, por otro lado, es un personaje que no cambia, que es retratado como alguien gracioso, afable y ligero, pero que por esas mismas características repugna todavía más, considerando su injerencia en los asuntos de Anna y Lievin.
SPOILER Por favor, Oblonski es un hipócrita y un falso FIN SPOILER. Por si fuera poco, se regodea en sus equivocaciones, y aunque otros personajes lo ayudan, él nunca da su brazo a torcer. Dolly, esposa de Oblonski y hermana de Kiti, es uno de los pocos personajes a la que se le prende la ampolleta, aunque tarde (lo siento por ella).
En resumen, casi ningún personaje me inspiró sentimientos positivos. Me costó mucho sentirme parte de sus vidas, entender sus problemas, seguirles la pista.
Cuando cerré el libro, fue sencillo echarlos al olvido.
Sobre los secundarios, poco y nada hay que decir al respecto. Su participación es más puntual y, en algunos casos, aunque su relación con los protagonistas es importante, al final acaban diluyéndose en el fondo (ejemplo perfecto son los hermanos de Lievin, relleno en todas sus formas).
3. El adulterio y las relaciones amorosas
Un eje importante en
‘Anna Karenina’ son las relaciones amorosas que se establecen o rompen durante sus ochocientas páginas.
Tolstoi hizo muy bien en presentarnos no una, sino tres relaciones conflictivas. Cada una de ellas se entrelaza con las demás, ya sea debido a la participación de un mismo personaje u obstáculos relativamente parecidos, como expliqué al principio.
La novela es más dinámica gracias a este esquema. Al menos en este aspecto no resulta aburrida.
Sin embargo, me apena decir que en toda la novela, no hay ni una sola relación romántica positiva. Al parecer, el autor no tenía al amor en alta estima (olvidémonos de la famosa premisa que dice
“el amor es la solución a todos los problemas” en esta historia). Todas las parejas se ven perjudicadas de una u otra manera por el adulterio, estado que el autor critica gracias a las intervenciones de varios personajes.
El adulterio se toma el protagonismo; no hay amor sano aquí. Todo se tiñe con el "amor" atormentado (insta-love, dejémoslo claro otra vez) de Anna y Vronski, y aquí es donde debo criticar la participación de Karenin.
Karenin es, con ciertas salvedades, quien representa a ese amor abnegado un tanto usual en las novelas de época, claro que en
‘Anna Karenina’ está condicionado por las normas y la religión, lo que lo rebaja bastante.
SPOILER Eso de que se muestre tan frío frente a la traición de su esposa nunca me cuadró, y cuando Anna le pide que perdone a Vronski, esa escenita cuando Anna está agonizando por dar a luz… ¿Es en serio? FIN SPOILER.
Quizá Kiti y Lievin sean los únicos que se salven de la crítica
SPOILER porque su amor es el único que acaba bien a pesar de los problemas (consiguen constituir una familia creíble), no obstante, tomando en cuenta las razones por las que Lievin “decide” amar a Kiti… Paso FIN SPOILER.
4. Los dilemas existenciales
Este apartado debería ser dedicado casi exclusivamente a Lievin, pues a lo largo de toda la novela, él es el personaje incrédulo por excelencia: critica la Iglesia, el Estado, la moralidad. En definitiva, está sosteniendo constantemente tanto monólogos como discusiones con sus pares, cuestionando el sistema en su totalidad.
Y a pesar de que esto en sus inicios me pareció muy interesante, a la larga se convirtió en un lastre sin precedentes.
Lievin es un personaje en apariencia sencillo. Sin embargo, sus pensamientos podrían ser comparados a un charco profundo de lodo. No hay claridad, no hay objetivos claros, no hay firmeza. Por momentos Lievin parece llegar a una conclusión, no obstante, a raíz de algún comentario ajeno, todos sus razonamientos se tambalean como un castillo de naipes. En definitiva,
no es el mejor personaje para llevar esa carga. Es un saco que le queda grande. Me hubiera gustado que Karenin hubiera sido el elegido para esta tarea; tenía más recursos y un poco más de disciplina.
No sé qué pretendía Tolstói encargándole una tarea tan compleja a Lievin. Si quería confundir al lector, lo consigue. Por otro lado, si quería mostrarnos algunos problemas de la época a través de la introspección de un personaje, falla estrepitosamente.
5. Los problemas políticos y territoriales
Según avanzan los capítulos, aparecen y desaparecen muchos personajes que representan ciertos sectores de la sociedad rusa: terratenientes, militares, políticos, diplomáticos, filósofos. La novela se va salpicando indistintamente de temas tan controvertidos como la condiciones de vida del campesinado, la producción y el industrialismo, la forma de hacer política, las elecciones de cargos políticos, la futilidad de ciertas tareas gubernamentales.
El problema de saltar de un tema a otro es que no hay profundidad: no conseguimos comprender en su totalidad qué sucede en la Rusia de fines de siglo XIX. Como estos tópicos comparten “espacio” con el drama amoroso-social, se ven limitados a un par de planas un tanto liosas.
Por ejemplo, resultaba muy interesante leer sobre los campesinos que trabajaban en las tierras de Lievin, y cómo intentaba introducir mejoras en la producción, sin resultados. Sin embargo, el autor mezclaba este tema con los dilemas personales de Lievin, y se armaba una ensalada que me freía las neuronas. Y no, no digo que mis neuronas no estén funcionando bien, sino que era realmente triste leer planas interesantes que luego eran dejadas en el olvido gracias a los lloriqueos de Lievin por Kiti.
En otras palabras, Tolstói pudo habernos legado una novela realista
espectacular si hubiera equilibrado bien los temas sociales y el conflicto romántico de los personajes.
6. La figura de Anna como mujer perdida y la crítica de la sociedad
Este es uno de los puntos más interesantes de la novela, y es una lástima que el autor lo hiciera competir con los enredos de Lievin. (Se volvió repetitivo el esperar temas más trabajados. Y eso que había más de 800 páginas disponibles…).
En
‘Anna Karenina’ el machismo es muy marcado:
Anna y Vronski cometen el mismo pecado, pero pagan las consecuencias de maneras muy distintas. Anna pasa de ser una mujer de la alta sociedad a un ejemplo de decadencia, incapaz de suscitar comprensión o lástima. Es la peste; todos sus amigos la rehúyen, las personas de su círculo hablan a espaldas de ella, y los desconocidos se burlan abiertamente.
Por el otro lado, Vronski —a lo mucho— sufre regaños de parte de su madre y hermanos, y algunos comentarios benevolentes de sus conocidos; sigue teniendo contacto con la sociedad, mientras Anna es condenada al ostracismo. Es decir,
el rasero es muy, pero muy distinto.
Como si fuera poco, la novela empieza con la infidelidad de Oblonski, el hermano de Anna, quien en ningún momento muestra arrepentimiento, y la vida le sonríe.
Me daban ganas de aventar el libro contra la pared cada vez que aparecía el patético Oblonski. ¡Ay, me hierve la sangre de sólo recordarlo!
Es que todos critican a Anna y dejan de relacionarse con ella, pero nadie critica a Vronski y Obloski. Machismo puro y duro.
Al paredón.
7. El final
En este punto diré, sin spoilers, que el final no fue el que esperaba por la sencilla razón de que hay una parte de más. El libro está estructurado en ocho partes y sobra una. Error garrafal.
SPOILER Es decir, sí, el final de Anna tiene esa carga emocional y metafórica y blablablá, lo que me parece muy bien, considerando su decadencia. Sin embargo, que Tolstói pasara de eso olímpicamente para regalarme los pensamientos de Lievin y su iluminación (¡al fin!) fue una bofetada en la cara. Y no sólo durante unas planas, sino durante capítulos enteros.
Qué manera tan decepcionante de terminar una novela. El protagonista (que la novela se llama ‘Anna Karenina’, no ‘Lievin’, por favor) es desechado, a favor de la verborrea mental de un personaje plano y aburrido. Tolstói, ¿acaso Lievin y su búsqueda (nunca lo bastante clara) era más importante que la historia de Anna? FIN SPOILER.
Conclusión
‘Anna Karenina’ es un tochazo que me causó una resaca proporcional a sus páginas sobrantes. Si se aventuran con este clásico, les doy mi pésame por adelantado. Hasta la vista, baby.
Sobre el autor
Lev Tolstói fue un novelista ruso, considerado uno de los escritores más importantes de la literatura mundial. Sus dos obras más famosas, Guerra y Paz y Ana Karénina, están consideradas como la cúspide del realismo.
Sus ideas sobre la «no violencia activa», expresadas en libros como El reino de Dios está en vosotros, tuvieron un profundo impacto en grandes personajes como Gandhi y Martin Luther King.