Un lugar feliz ~ Emily Henry

8.8.25

Happy Place · Emily Henry
Autoconclusivo
Titania · 2024
384 páginas
ISBN 9788419131584
Piensa en tu lugar feliz...
Harriet y Win han sido la pareja perfecta desde que se conocieron de adolescentes. Son complementarios como la sal y la pimienta, el té y el limón, el aceite y el vinagre. Solo que ahora, por razones de las que todavía no hablan, ya no lo son. Rompieron hace cinco meses y todavía no se lo han dicho a sus mejores amigos.
Por eso acaban compartiendo habitación en la casa de verano donde, desde hace una década, hacen una escapada al año todos juntos. En el transcurso de una semana luminosa y animada, se evaden del mundo, dejan atrás los problemas de la vida cotidiana, toman cantidades desmedidas de queso, vino y marisco, y se impregnan del salitre de la costa rodeados de las personas que mejor los entienden.
Pero este año, Harriet y Wyn están mintiendo a conciencia mientras intentan ignorar lo mucho que todavía se quieren. Porque la casa está en venta, y esta es la última semana que podrán pasar allí. No quieren romperles el corazón a sus amigos contándoles la verdad, así que fingen que todo sigue igual. Harriet seguirá siendo la entusiasta residente de cirugía que nunca empieza una discusión, y Wyn el chico encantador y relajado que no deja que sus problemas trasciendan. Es un plan aparentemente impecable. Tras años enamorados, no debería ser difícil fingir ante las personas que mejor los conocen... ¿verdad?

Comentario personal

Ningún libro de Emily Henry me ha dejado indiferente, y Un lugar feliz no es la excepción. ¡Ah, los feels! Esta novela me ha sacado risas y llanto, y eso que tiene un trope que es un poco controversial pues, por lo general, no gusta mucho; por alguna razón, a mí casi siempre me funciona bien: las segundas oportunidades.

Empaticé mucho con los dilemas de la protagonista, a pesar de que nuestras vidas son muy diferentes. Harriet siente un vacío que sólo puede ser llenado con volver a un lugar feliz, a un momento brillante, a las personas que llamamos nuestro hogar cuando nos sentimos perdidos, y creo que ese es un sentimiento que todos, en algún instante de nuestras vidas, hemos sentido y/o con el que nos podemos identificar. Nunca sentí redundantes sus dilemas, ni hiperdramatizados: Emily Henry se cuida bien de equilibrar la narración con la voz interior de la protagonista, lo que resulta en una novela armoniosa y con un buen ritmo. A pesar de tratar temas cotidianos, en ningún momento se siente pesada o aburrida, y consigue mantener la atención del lector sin problemas.

—¿Qué intentas saber, Wyn? —le pregunto con rotundidad.
—Si eres feliz —dice—. Quiero saber si tu también eres feliz.

La historia de Harriet con Wyn también resulta realista: dos personas que perdieron al otro por las responsabilidades de la vida, los cambios, el escaso tiempo, etc. Igualmente, la autora dedica una parte no menor del libro a explorar aquella amistad de años que Harriet mantiene con Cleo y Sabrina, y que, por culpa de la misma vida, parece haberse enfriado. Este tema tampoco es algo ajeno, por lo que, nuevamente, conectamos fácilmente con los conflictos que la autora explora en relación a estas amistades. Sí me hubiese gustado que tuviese todavía más protagonismo, pues dos tercios del libro se centran en Harriet + Wyn, y sólo hacia el final se ahonda en la relación de Harriet con las chicas.

La novela está narrada dando saltos temporales entre el presente, durante las últimas vacaciones que el grupo de amigos podrá tener en la casa de verano del padre de Sabrina (ya que la ha puesto en venta), y el pasado, mostrándonos cómo se conocieron los personajes y cómo llegaron a la no tan genial idea de decidir mentirles a sus amigos respecto de su ruptura.

No quiero decir mucho más, creo que vale la pena descubrir la historia sin demasiadas ideas preconcebidas ni expectativas, así se disfruta más.

Y por supuesto que seguiré leyendo a Emily Henry, es una de mis autoras predilectas en el género romántico.

—¿En cuántos universos crees que estamos juntos?
—En más de los que podemos contar.

Sobre la autora

Emily Henry estudió Escritura Creativa en el Hope College de Nueva York y, antes de debutar por todo lo alto en la ficción para adultos con La novela del verano, escribió varias obras para lectores adolescentes.
Con su segunda novela, People we meet on vacation (2021), ganadora del premio a Mejor Novela por los votos de los lectores en Goodreads, se ha consolidado como la autora de novela romántica contemporánea más importante de los últimos años, con millones de libros vendidos en todo el mundo y publicada en más de 30 países.

El reto lector anual. O por qué no he renunciado a él a pesar de los "fracasos" de años anteriores.

28.7.25

Los retos lectores (reading challenge), especialmente el de la plataforma Goodreads, apuntan a establecer una meta anual de lectura e ir visualizando gráficamente qué porcentaje de esa meta hemos cumplido. Muchos de nosotros nos sumamos a ese reto en particular, para bien o para mal. Hace algunos años, no tenía problemas con cumplirlo; sin embargo, una vez entré a trabajar, mi ritmo de lectura bajó considerablemente y me vi en la situación de incumplir el reading challenge, lo que ocurrió, seamos sinceros, varios años seguidos. 

Al principio, eso me causaba mucha ansiedad. Cuando en diciembre veía a los demás llegar a sus metas y publicarlo en las redes sociales que utilizo, yo me encontraba en el escenario de que no podría llegar a la meta aunque leyera como desquiciada ese mes, y me daba algo en la panza. Frustración, tal vez, conmigo misma, porque no ser capaz de cumplir algo "tan sencillo" como leer 50 o 70 libros al año. Pena, porque a medida que avanzaban los años, cada vez leía menos. Derrota, porque había permitido que el día a día se impusiera sobre mi amado hobbie. Vergüenza, porque me llamaba lectora y bloguera, y no era capaz de terminar un simple reto de lectura. Culpabilidad, porque no había aprovechado bien mi tiempo. 

A medida que fui madurando, no obstante, comencé a aceptar ciertos hechos irrefutables y, tal vez, hasta dolorosos. El primero, que jamás leería tan rápido como cuando era adolescente. Segundo, que simplemente había días, semanas o meses que no me apetecía leer, donde prefería dedicar mi tiempo a otros pasatiempos o, quizá, sólo a procrastinar. Tercero, que no podía permitir que una meta que yo misma me había puesto me amargara la existencia. Cuarto, que no debía compararme con el resto. Quinto, que siempre era mejor leer aunque fuera un libro al año, que ninguno. 

Fue así que los años 2019 y 2021 no me puse ninguna meta de lectura.

Sin embargo, aquella decisión tuvo un efecto colateral. ¿De qué forma me motivaba a leer, si no me desafiaba a mí misma? Fácilmente podían pasar meses y meses sin tocar ningún libro, y eso, nuevamente, hizo que me doliera la panza. ¿Por qué había permitido que mis responsabilidades de adulta me apartaran de una de las cosas que más amo y disfruto?

Fue así que dije "no, tengo que replantear esto". Volví a inscribirme en el reading challenge, aunque con otro enfoque, con otro objetivo. El número dejó de ser algo irrealista y se convirtió, más bien, en una aspiración, en un deseo. No un "voy a leer", sino un "me gustaría leer". Ese cambio de perspectiva le hizo espectacular a mi necesidad de logro, y al establecimiento de la meta misma. No sería capaz de leer un libro a la semana, pero, ¿dos al mes? ¿Era posible? ¿Podía comprometerme con eso? ¿No? ¿Entonces uno?

El 2020, el 2022 y el 2023 aquel concepto fue un fracaso. La fórmula no funcionaba. Y es que había un factor fundamental que no había tenido en cuenta: el qué leer. Nuevamente, la obligación: debía leer ciertos libros. Ciertos géneros. Ciertos autores. Otra vez, había tropezado con una piedra, sólo que de distinto color.  

El 2024, el año pasado, fue uno de exploración para solucionar aquella disyuntiva. Y bueno, no tardé en encontrar la respuesta. O "las", ya que fueron varias. La primera, no obligarme a terminar libros con los que no conecto. Aprendí a soltar aquella mala costumbre de obligarme a leer, y le perdí el miedo a abandonar libros. Me puse la siguiente regla: si el libro no me convence en 1/4 de la historia, lo abandono. Fácil. Sin lloros. Si no me convence en el primer cuarto, sayonara. Lo segundo, no amarrarme con géneros. Me reencontré con las comedias románticas, género tan mirado en menos, pero tan ameno y amable con los lectores. ¿Por qué obligarme a leer clásicos, cuando no estaba con ánimos? Una rom-com, punto. ¿Un cómic o un manga? También. 

Fue así que, después de muchos años, conseguí retomar un ritmo lector más constante y pude ver recompensados mis esfuerzos al cumplir mi reto lector. ¡Hurra! Los experimentos habían dado resultado. ¡No había que inventar la rueda! Sólo debía hacer ajustes y dejar la culpabilidad y la frustración a un lado.

¿Ha sido un camino sin escollos? No. Confieso que hay semanas que no leo nada. Pero, de repente, un día me doy un atracón y me devoro 50 páginas mientras deambulo por mi departamento en pijama. ¿Miro mi librero de pendientes y no quiero leer nada? No importa. Escribo, jardineo, miro al cielo. Respiro. Pienso. Me doy un momento. Unos días. 

Luego, el bichito lector vuelve. Después de todo, siempre ha estado en mí: desde los cuatro años, cuando incluso antes de aprender a leer, le pedía a mi madre que cogiera un libro de historias y se acostase a mi lado para leerme hasta quedarme dormida. 

De lo que estoy convencida en este momento de mi vida es de que no volveré a permitir que las cargas, las responsabilidades y el día a día vuelvan a arrebatarme la lectura. Sí, podrán hacerlo por unos días, por unas semanas, tal vez, pero no más que eso. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en preocupaciones, y los libros son un refugio que no debemos abandonar, especialmente cuando alimentan nuestra alma y nutren nuestros sueños. Son los amigos más fieles que jamás podremos tener. La compañía perfecta para cualquier momento. Leer, por tanto, es una necesidad.